La realización de este Sendero es un
homenaje a los malagueños, granadinos,
almerienses y andaluces en general que dejaron sus vidas en la
carretera entre Málaga y Almería en los primeros días de febrero de
1937, huyendo de las tropas fascistas, buscando la libertad.
El 7 de febrero de 2018 se cumplen 81 años de la mayor tragedia de la
Guerra Civil de España. Un hecho que se produjo en Andalucía, en las
provincias de Málaga, Granada y Almería concretamente. Un siete de
febrero de 1937, más de 150.000 personas salieron de Málaga hacia
Almería por la carretera de la costa. A ellas se unieron personas de
todas las poblaciones por las que pasaban. Huían de las tropas
franquistas. La huida de familias enteras, mujeres, ancianos y niños,
desde Málaga hasta Almería, aterrorizados por la cruel represión
franquista en la capital, hizo que miles de personas emprendieran
andando el camino de la vieja carretera que unía amabas capitales. Un
éxodo masivo, un “viaje a ninguna parte” plagado de sangre, frío y
hambre al que se dio popularmente
el nombre de "La Desbandá”.
La historia que no escriben los vencedores
La masacre silenciada de la guerra civil
La última cruzada
Masacre de la carretera Málaga-Almería
Picasso piensa en la tragedia de Málaga cuando pinta el Guernica
La
desbandá de Málaga. TODOS FUERON CULPABLES
Queipo de Llano, el más soez de los generales
que registra la Historia
de España, llevaba varios días advirtiéndolo en sus homilías guerreras
de cada noche: “Ya me tomé un jerez y voy a tomarme un málaga”.
De manera más o menos directa, el militar que todos aseguran que se
emborrachaba antes de ponerse al micrófono trató de convencer a los
malagueños de que no tenían nada que temer de las tropas “nacionales”,
pero también de que si alguien consideraba que sí, podía escapar hacia
donde iba a replegarse del gobierno republicano, Motril.
La fatalidad que históricamente se alía contra los malagueños hizo
coincidir varias desgracias en el tiempo:
1- La población de Málaga
casi se había duplicado; todos los portales eran remedos del portal de
Belén, porque en todos se había aposentado una familia de fugitivos que
dormían hacinados, padres, madres, hijos y animales de granja.
2- Todo
el mundo tenía algo que temer de un ejército formado en gran parte por
mehalas cuya única motivación bélica era el botín que podían obtener;
de todas partes llegaban oleadas de fugitivos asegurando que “vienen
los moros cortando cabezas”.
3- Los primeros días de febrero, todos los torrentes de la vega de
Motril se habían desbordado; la inundación impedía el paso y mucho más
a una muchedumbre famélica y desesperada que, probablemente, sumaba
trescientas mil personas.
CÁLCULOS CONSERVADORES.
Últimamente, vemos que medios de información que pretende presentarse
como objetivos y mesurados convierten cien mil en “varios miles” y mil
en “unas decenas”. De igual modo, nuestros “intelectuales” de Málaga,
tratando de presentarse también ponderados y mesurados, hablan de que
aquella noche del 7 de febrero de 1937 huyeron de Málaga “unos cien mil
malagueños”. La frase contiene dos falsedades; sin duda eran muchísimos
más y sólo eran malagueños en un cincuenta por ciento. Los ya citados
medios “objetivos” utilizan la cuadriculación para sus cálculos de
asistentes a manifestaciones; si calculan que la superficie ocupada por
la manifestación alcanza cincuenta mil metros cuadrados, multiplican
ese número por cuatro para calcular que habría unos doscientos mil
manifestantes. Si aceptásemos el mismo procedimiento y calculamos que
Málaga podía ocupar en 1937 unos doscientos kilómetros cuadrados,
podríamos llegar a la conclusión de que aquella noche había cuarenta
millones de malagueños huyendo en desbandada. Como nunca hubo ese
número de malagueños, el ponderado sistema cae por su base en este caso.
La primera semana de febrero de 1937 había casi tantos refugiados
malviviendo en las calles de Málaga como pobladores censados. Es decir,
190.000 por dos, unos trescientos ochenta mil.
Según las desoladoras fotos que han llegado hasta nosotros de las
“entusiastas bienvenidas” de la población a las “tropas nacionales”
(que eran todas italianas, al mando del íntimo de Mussolini, Roatta),
no parece que permanecieran más que unos cincuenta mil malagueños en la
ciudad. Porque los refugiados en las calles de Málaga procedían de
Loja, Puente Genil, Estepa, Ronda, Campo de Gibraltar y otras zonas
aledañas.
EL PACTO DEL SILENCIO
Desde el 17 de julio de 1936, Málaga
había sufrido 206 bombardeos de
Guernica. Todas las noches llegaban de Melilla o Granada
aquellos
fatídicos nueve aviones a arrasar la ciudad. Lo que aquí padecimos es
cien veces peor de lo que padeció Guernica. Sin embargo, la ciudad
vasca se convirtió en un icono mundial sobre los males de la guerra
mientras que nosotros hemos estado a punto de morirnos en la ignorancia
de nuestra tragedia. ¿Por qué? Sencillamente, porque republicanos y
“nacionales” fueron conscientes desde el principio de que habían
cometido en Málaga atrocidades incalificables. AMBOS.
Primero, en
noviembre de 1936, el socialista Largo Caballero le había negado a
nuestro diputado Cayetano Bolívar toda posibilidad de entregar “ni un
fusil ni una bala más a Málaga”. En un mapa de los
frentes, resultaba
patente que mantener a Málaga en territorio republicano alargaba la
línea de fuego en unos doscientos kilómetros; con toda probabilidad, el
“inteligente” jefe de gobierno socialista había decidido entregar un
gambito. Por otro lado, Franco (que el 5 de febrero se reunió con
Queipo de Llano en Antequera, para ver cómo evitar que Málaga fuese
tomada por el ejército italiano) estaba convencido de que la fuerza
ofensiva de Málaga era incomparablemente superior a la real. De manera
que la estrategia “nacional” fue lanzar contra Málaga CUATRO columnas
simultáneamente: Marbella, Monda, Venta de Zafarraya y Colmenar. Había
que atrapar y masacrar a la población que ellos creían armada hasta los
dientes.
Lo ocurrido durante la noche del 7 al 8 de febrero de 1937 es la suma
de todas esas fatalidades. Ninguno de los dos bandos tenía nada que
reprocharse entre sí y, por lo tanto, nunca lo hicieron. Ni los más
encendidos inventos
franquistas mencionan la masacre. Pero tampoco los
inventos necrófagos republicanos,
como el que ahora ha protagonizado
una institución local, en aras de esa solemne estupidez de la “memoria
histórica”. Ninguna manipulación puede presumir de ser memoria ni
historia que, como sabemos, son lo mismo y, por lo tanto, es redundante
e inculto hablar de “memoria histórica”. No existe memoria escrita de
la desbandá de Málaga (ni parcial ni general y sólo algunas alusiones,
como la de “Madre Coraje”) y yo tuve que acudir a fuentes extranjeras
para documentar mi novela “La desbandá”, porque lo del 7 de febrero de
1937 fue una desgracia
que todavía causa vergüenza a ambos lados de la
divisoria de esa España bipolar que ZP se empeña en resucitar.
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