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Fusilamiento
de Torrijos y sus compañeros
en
las playas de Málaga
11 de Diciembre de 1831
El Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga,
de Antonio Gisbert Pérez,
está considerado como una de las grandes obras maestras de la pintura
histórica española del siglo XIX. Fue el gobierno de Práxedes Mateo
Sagasta, durante la regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena,
quien encargó el cuadro a Gisbert con la intención de que sirviera a
las generaciones venideras de recordatorio y ejemplo de lo costosa que
resulta en ocasiones la lucha por la libertad.
El cuadro estuvo conservado en el Museo de Arte Moderno de Madrid hasta
que en 1971 fue traspasado al Museo del Prado junto con el resto de
obras decimonónicas de aquel.
José
María de Torrijos y Uriarte, conocido también como general
Torrijos, fue un militar y político español recordado sobre todo por su
enconada lucha contra el absolutismo que quería imponer Fernando VII de
España, lo que costó a Torrijos la cárcel y el exilio.
Destacado militar que llegó a ser capitán general de Valencia, mariscal
de campo y ministro de la Guerra durante el Trienio Liberal
(1820-1823), Torrijos preparó el conocido como pronunciamiento de
Torrijos desde su exilio en Inglaterra (1824-1830) donde vivía gracias
en parte por la ayuda concedida por el duque de Wellington a los
exiliados españoles que habían luchado bajo sus órdenes en la Guerra de
la Independencia española. El 2 de diciembre de 1831, junto a sesenta
de sus más allegados desembarcó en las playas de Málaga procedente de
Gibraltar. Allí fue traicionado por el gobernador Vicente González
Moreno, quien le había prometido su apoyo, y fueron apresados por las
tropas absolutistas. Ocho días más tarde, el 11 de diciembre y sin
juicio previo, Torrijos fue fusilado junto a cuarenta y ocho de sus
compañeros en las playas de Málaga.
En la obra, los reos están alineados y con las manos atadas, mientras
unos frailes se afanan en vendarles los ojos y tratan de ofrecer a los
condenados un último consuelo. Tras ellos el pelotón de fusilamiento,
espera órdenes mientras que en primer plano, en el suelo, yacen ya
muertos algunos hombres en un detalle claramente goyesco.
Torrijos se encuentra en el vértice de la composición, destacando
ligeramente sobre el resto de personajes. A su izquierda, asiendo su
mano, se encuentra un hombre anciano, Francisco Fernández Golfín, ex
ministro de la Guerra, y a la derecha, con la mano también cogida,
Flores Calderón, vestido con una levita clara. A la derecha de este se
encuentran el coronel López Pinto, el oficial inglés Robert Boyd y
Francisco Borja Pardio. La obra es de una composición sencilla pero efectista y realizada con
un dibujo crudo y firme que se ajusta a los más puros cánones
académicos. El encuadre se muestra casi como el de una fotografía, una
instantánea captada en el momento, como demuestra el hecho de dejar
fuera del marco a algunos de los cuerpos caídos. Los colores, fríos y
apagados, transmiten sensación de tristeza tanto por lo desapacible del
día como por los luctuosos sucesos que están a punto de suceder.
Destacable es también la maestría de Gisbert para plasmar en los
rostros y gestos de los condenados todo tipo de emociones diferentes.
Resignación, miedo, valentía, desafío... se reconocen perfectamente en
las expresiones de los hombres que están a punto de ser ejecutados. Este trágico desenlace de su vida explica el que haya pasado a la
historia, con toda justicia, como un gran símbolo de la lucha contra el
despotismo y la tiranía, con los rasgos de nobleza y serenidad épicas,
propios del héroe romántico, eternizados en la célebre pintura de
Gisbert. La ciudad de Málaga les erigió un monumento a Torrijos y a sus
compañeros en la plaza de la Merced. Bajo el monumento a Torrijos en
medio de la citada plaza se encuentran las tumbas de 48 de los 49
hombres fusilados; uno de ellos, británico, fue enterrado en el
cementerio inglés de Málaga.
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